jueves, 5 de noviembre de 2015

Nonomiya El santuario en el campo

En una fría tarde de otoño, un monje de túnica marrón se acercaba a las montañas bermejas de Sagano, al oeste de la capital Kyoto. En su afán de practicar su fé, había viajado por varios templos y santuarios, asi como también habia visitado los sitios famosos de la capital. 

El paisaje de Sagano, sin embargo lo atraía y finalmente había logrado llegar a esa comarca, en las afueras de la ciudad, desde donde podia apreciar las hojas escarlatas de los árboles en las montañas, asi como de las aguas del río Ói que cruza Arashiyama, la montaña de las tormentas. 

Caminando unos cuantos minutos desde el río, el monje encontró un santuario abandonado, en medio de una ladera. El torii, la puerta que marca el límite entre lo sacro y lo mundano, era de madera y la cerca de arbustos, muy diferente a las sólidas puertas azafranadas de los santuarios de la ciudad.

El monje reconoció que esta debia ser Nonomiya, el santuario en el que antaño, las princesas imperiales, jóvenes y vírgenes, se purificaban por un año antes de servir en el Gran santuario de Ise, muchos kilometros lejanos. La deidad shintoista de Nonomiya, no hacia distinciones entre dioses y Budas, y por ello el monje se disupuso a hacer sus ritos.

En medio de ellos estaba cuando una figura pareció pasearse por entre las sombras del santuario. Una mujer de vestir elegante que sin embargo transmitía melancolía en su semblante triste y resignado. 
"En el atardecer solitario que me rompe el corazón, el matiz de mi corazón se marchita como reflejando las flores de los arboles"

Cada año, cual producto de una obstinación desgarradora, la mujer regresaba a Nonomiya, a revivir recuerdos dolorosos. Solo recuerdos por que no poseía ni un memento de lo que había acontecido años antes.

El monje, curioso ante esta súbita aparicion, le pregunto su nombre ante lo cual, la mujer le recriminó  su impertinencia. 

Nonomiya (foto de Soramimi, Creative Commons)Sin embargo, despues de recibir las disculpas del monje, la mujer como para quitarse un peso de encima, procedió a contarle una historia. Era un dia siete del noveno mes, que el príncipe Hikaru Genji visito este santuario trayendo unas ramas de Sasaki, el sagrado arbol cuyo color no cambia. Ese día se encontró con la Dama Rokujo, viuda de un príncipe imperial, hermano menor del Emperador.  Ellos habían sido una pareja feliz, como una flor y su escencia, pero como todo en este mundo, y tan pronto, la muerte les había arrebatado la felicidad. 

Fue allí cuando el galante príncipe Hikaru empezó a visitarla en secreto y ella consumida ya toda sus lágrimas no pudo mas que verlo como una luz de esperanza.

Pero nadie sabe por que, el corazón de Hikaru cambió, se enfrió y sus visitas se hicieron mas infrecuentes. La última de ellas fue en el lejano santuario de las afueras. 

La  hija de la Dama Rokujo, paso un tiempo en el santuario como lo hacían las vírgenes imperiales, y luego partió a Ise. 

El monje le preguntó como es que la mujer sabía tanto y con tanto detalle, y aunque negandolo, ella le pidió que rezara por su alma atrapada en otro mundo. El monje entonces se dió cuenta que era un espectro lo que tenía ante sí, un espíritu que había dejado este mundo con pesar. Era la misma Dama Rokujo, quien ocultandose atras del portal desapareció en las sombras de la luz de la luna.

El monje, refuerza entonces su ritual y sus oraciones para consolar el espíritu de la dama, y si es posible liberarla de la obsesión por un amor pasado, imposible, prohibido, mal pagado. 

En medio de la noche entonces, ve un carruaje tirado por un buey, como los que usaban los nobles de la era Heian. En ella iba Rokujo, recordando la manera humillante , en la que una mañana, observando el desfile del festival en la capital,, su carruaje fue movido a la fuerza, para dar paso al carruaje de la esposa de Hikaru Genji, la Dama Aoi. ¡Que solitaria, e indefensa se sintio aquella vez!

Artista: Sayaka Tanaka
Desde aquel entonces, y aun despues de la muerte, la Dama Rokujo, se aferraba al carruaje como a sus recuerdos, a su obsesion de no ser quien Hikaru amaba. El portal torii de Nonomiya era como un umbral que le daba la oportunidad de cruzarlo, y liberarse de esa obsesión que la consumía, y sin embargo, no lo cruzaba. 

El sonido de una flauta Nohkan, y de unos pequenos tambores parecían escucharse mientras Rokujo danzaba una danza lenta que reflejaba su melancolía. Pero dentro de su alma, la figura de Hikaru Genji, visitandola furtivamente, la alegraban y la lastimaban. Era un amor que la habia tomado por sorpresa, cuando se sentía sola, y que luego la habia dejado mas sola aún. Y sin embargo, con que futil esperanza retornaba cada año, a iluminar su rostro. Pero también la encadenaba, a la rueda de la vida.

El monje observo como vanamente, como tratando de huir de una casa en llamas, Rokujo trató de cruzar el umbral de Nonomiya, pero ay, finalmente se aferró al fantasmal carruaje y desapareció entre las sombras, dejando al monje solo, en la fría noche del final del otoño en Sagano



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